lunes, 11 de enero de 2010

Que paren el mundo


Cuántas veces has dicho que quieres dejarlo todo –familia, trabajo, amigos...–y largarte a un pueblo perdido a plantar cebollino o a montar una casa rural?Seguro que no has tenido el valor de hacerlo porque estás leyendo este artículo y se supone que en ese pueblo idílico no hay periódicos, ni teléfono móvil, ni Internet.¿Cual es tu excusa? Ya sé, tienes madre, una mujer, tres hijos, dos amantes, un trabajo aceptable, un perro, una hipoteca y dos tortugas que mantener. Es lo que mi abuelo denominaba un hombre de bien y de provecho. Y si se supone que cumples todos los baremos de la felicidad, ¿porqué hay tantos días que crees que todos los humanos se han confabulado en tu contra ?¿Porqué hay mañanas que sabes a ciencia cierta que te espera un día nefasto sólo con mirar en el espejo tu cara somnolienta y legañosa cuando te levantas? No falla, tu pareja se despierta echando pestes (menos mal que esta vez es contra su cuñada y no contra ti), tus hijos se niegan a desayunar (porqué será que a todos los niños hay que meterles la leche con embudo),te enfadas con tu hija porque se ha vuelto a poner ese pantalón enseña tanga y en el atasco matutino te encuentras con dos kamikaces que parece que se han levantado sólo para hacerte la puñeta. Llegas al trabajo y tienes la mala pata de encontrarte en el ascensor con el cabroncete de Contabilidad que no te aprueba los gastos porque has metido en la cuenta de una comida de trabajo el chupito de pacharán. Luego te topas con la secretaria malencarada, con el compañero todo está fatal, con el gorrón que nunca paga el café, con el escaqueitor, con el que te humilla porque todo lo compra más barato que tú,con el que dice ser tu colega y te cuela todos los marrones, con el criticajefes...Y encima no está en la oficina esa rubia que te quita el sueño, que te mira con ojos de deseo - o, por lo menos, eso es lo que a ti te gustaría–, que te hace sentir deseado cuando te cruzas con ella por el pasillo... Definitivamente no va a ser tu día, porque en cuanto te sientas, el director te llama para encargarte un informe superurgente. Otra vez tienes que quedarte todo el día en la oficina malcomiendo un sandwich de la máquina. Dentro de poco te veo yendo a trabajar con el táper y la tartera. Y menos mal que no fumas porque imagínate si encima tienes que aguantar el síndrome de abstinencia. A las 5 de la tarde tienes hora con el médico, y te las prometes muy felices porque has dejado de beber y hasta has empezado ya a comer alcachofas. "Muy mal, señor Martínez, tiene el colesterol disparado,los triglicéridos corren más que Fernando Alonso y las transaminasas empiezan a ser amenazantes".
¿Quién me mandaría a mí hacerme un chequeo? "Señor Martínez, no se preocupe, esto tiene solución. Estas Navidades nada de alcohol, ni de carne, ni de marisco, ni de queso, ni de huevos, ni de chorizo, ni de polvorones...". Te espera una Nochevieja de lujo. Repollo, acelgas y coliflor, todo ello amenizado con las campanadas de Belén Esteban y Jorge Javier Vázquez. Vuelves
deprimido a la oficina. A las 10 de la noche sales con un cabreo de narices porque el jefe acaba de decirte que ese informe urgentísimo se lo puedes entregar la semana que viene. Y el colofón es esa voz amenazante que te recibe al llegar a casa: "¿Qué, otra vez de cañas con los amigotes?". Descartada la huida porque es de cobardes,te quedan dos opciones: o humillas como siempre y no respondes, o entras de lleno en una batalla dialéctica con tu mujer que seguro que vas a perder. ¿Quién te mandaría levantarte de la cama ese día? Y el siguiente, y el otro. Pero ya basta. No más rutina, no más monotonía con la pareja, no más estrés, se acabó esa filosofía del voy haciendo o voy tirando. Tienes que dar un giro de 180º a tu forma de vida. ¿Pero hacia dónde? Porque ahí fuera hace mucho frío y te asusta perder el cálido apoyo de la organización. Tienes un miedo visceral al fracaso y al qué dirán. No sufras porque no tienes agallas para desertar. Párate, reflexiona, analiza la situación y replantéate tus prioridades para el futuro. Todavía estás a tiempo. Y no estás solo, porque somos muchos los que pensamos que ¿de qué nos sirve todo lo que tenemos si no gozamos de tiempo libre para disfrutarlo? ¿De qué nos vale ganar mucho dinero si no somos felices?Unámonos al movimiento downshifting, que en inglés significa reducir la marcha de un vehículo. Se trata de trabajar menos para vivir más y mejor, de entender el dinero como un medio y no como un fin, y de redescubrir lo verdaderamente valioso de la vida para recuperar el contacto con la felicidad perdida. Dediquémonos a cuidarnos física y mentalmente, a las relaciones con la familia y los amigos, a desarrollar actividades creativas, constructivas y beneficiosas tanto para nosotros mismos como para los demás.

En definitiva, vivamos y disfrutemos del momento presente.

Si el mundo no se para, parémoslo nosotros.


Un acertado artículo recogido en Expansión, que espero os ayude a sobrellevar con una sonrisa el Año Nuevo.

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